TRAS BAMBALINAS. Llegará el tiempo de las lamentaciones

Por Jorge Octavio Ochoa. No es una defensa de nadie. En los hechos, por Rosario Robles y Cabeza de Vaca, no meteríamos la mano al fuego. El problema de fondo es: ¿Qué se esconde detrás?

La aplicación desigual de la ley es lo que preocupa. Por un lado, se ve la misoginia, el odio, la disímil visión de los derechos de unos y otros. A Emilio Lozoya jaula de oro; a Rosario Robles le esperan años de cárcel.

En estos casos, hay hasta un tufo de ajuste de cuentas entre mafias: a la que fue su colaboradora más cercana, todo el peso de la ley. Al que fue colaborador de Peña Nieto, el respeto de un pacto no escrito que sigue vigente, a cambio de silencio entre ambas partes.

En el caso del gobernador Tamaulipeco, flota un manto todavía más perverso. De concretarse la reforma al 111 Constitucional (prevista para los próximos días), desde el centro del Poder se podrá poner y quitar gobernadores incluso de manera más brutal de como lo hacía el PRI.

Actualmente, de acuerdo con este artículo, el desafuero de un mandatario estatal aprobado por la sección instructora y por el pleno de la Cámara de Diputados, debe pasar al Congreso Local para su ratificación.

El actual régimen de la 4T quiere brincar este escollo para dictar sentencias desde el centro. AMLO tiene cierta proclividad sobre eso. Ernesto Zedillo pretendió mover a Roberto Madrazo en Tabasco, por presiones de López Obrador. Al final, hubo una auténtica rebelión.

Si hoy esta enmienda prospera, el Pacto Federal sufrirá una grave fractura pues, la ya de por sí debilitada autonomía de los gobiernos estatales se verá amenazada por un poder central que les escatima apoyo y presupuestos.

EL CRIMEN GOBIERNA

En momentos tan graves como el que vive México, la peor política que puede aplicarse es, justamente, la aplicación oscura de la ley; el uso opaco de las instituciones, porque entonces la toma de decisiones se vuelve turbia, amañada y peor aún: autoritaria.

Lejos de incrementar su credibilidad, el presidente López Obrador ha dilapidado día a día su popularidad y ha iniciado una sensible caída, precisamente por pretender convertirse en el gran inquisidor: el que dicta sentencias y encuentra culpables sin argumento alguno.

La manera como ha intervenido, por ejemplo, en la denigrante candidatura de Félix Salgado Macedonio al gobierno de Guerrero, es el ejemplo más depurado de la visión desequilibrada que mueve al Jefe de la Nación.

Por ser un asunto netamente electoral, debió disculparse desde la primera pregunta que le hicieron al respecto y dejar la bomba en manos de su partido. Lejos de eso, él descalificó a las mujeres, habla de conspiraciones y denuesta nuevamente de los medios de comunicación.

Hoy por hoy, el Washington Post, New York Times, El País, Times han sido encasillados por el mandatario, junto con los periódicos nacionales como Reforma, El Universal, Proceso, entre los “medios conservadores” que defienden intereses del gran capitalismo.

En este enfoque sesgado de las cosas, encierra también una intención ideologizante para llevar al país hasta el extremo de la toma de posiciones: los que están a favor y los que están en contra. A los segundos, se les aplicará la ley.

EL PALACIO AMURALLADO

Algunos comentaristas decían que el tamaño de las vallas instaladas en toda la periferia de Palacio Nacional es el tamaño del miedo de López Obrador. Nosotros insistimos en que se equivocan.

Del tamaño de sus vallas, es el inmenso poder que empieza a acumular. Estamos en el umbral de un régimen dictatorial, que aplicará su voluntad a raja tabla, les guste o no a la mayoría de los mexicanos. Hay rasgos mentales que así lo revelan a través de sus palabras:

Dice, por ejemplo, que la polarización no nos debe espantar porque ésta proviene de la “desigualdad”. Bajo esta lógica, el crecimiento del crimen organizado y los cárteles no nos deben espantar, porque también surgen de la desigualdad.

Para los campesinos de la montaña de Guerrero dejaron de ser rentables sus tierras en tiempos del maíz, porque pagaba más la siembra de amapola, y esto también se debe a la desigualdad, propiciada por gobiernos que retiraron los precios de garantía.

La Explosión en Tlahuelilpan tampoco debe preocuparnos, porque es la expresión de todo un pueblo que dejó los sembradíos y prefirió la recolecta clandestina y la perforación de ductos para vender gasolina en la carretera.

Hay una comprensión obtusa de la precariedad. En su gobierno, las ilegalidades son permisibles porque el “pueblo bueno” ha sido castigado por los abusivos. El problema es que éstos últimos ahora están en su partido y la pobreza sigue siendo… y aún mayor.

López Obrador se ha convertido en un Mesías que se alimenta del odio, el rencor y la división, justo como muchas religiones que se nutren también no sólo de odio y división, sino de ajustes de cuentas terroríficos. Hay mucha literatura de ello en los archivos históricos.

Hoy, sus propias frases y teorías lo sumen en graves contradicciones. ¿El pueblo lo protege? Las imágenes han dado la vuelta al mundo. Nunca el Zócalo de la Ciudad de México ha vivido ese performance, de las mujeres que lapidan a los machos.

Ahí, ellas le gritarán al rostro: “¡La libertad no se implora, se conquista!” y exigirán el respeto que él no ha tenido. Lo más triste es que, el abuso y el irrespeto a las mujeres lo tenemos en carne viva.

Ojalá López Obrador pudiera mandar a su esposa, la doctora en historia, miembro del Sistema Nacional de Investigadores (SNI), a que se diera una vuelta por algún mercado público y sienta los calambres de la picardía mexicana.

Entonces, hasta los melones cobrarán otro sentido. Hay una profunda indefensión, un machismo arraigado hasta la médula de un mundo gobernado por machos. Lo triste es que la expresión más excelsa de ello, provenga justamente de Palacio Nacional.

 

 

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